El alma del cine en la era de la IA generativa
¿A qué temen realmente los trabajadores del cine cuando se habla de IA?
Al inicio del proyecto de Claqueta ¡IA! tanto
como yo estuvimos de acuerdo en que la vocación de este substack era convertirnos en una suerte de cronistas, contar lo que estaba pasando ofreciendo el contexto necesario para comprenderlo. Esta semana, sin embargo, vamos a levantar un poco el pie del acelerador de la novedad.Hoy me pongo el sombrero académico y os propongo una mirada un poco más pausada sobre la IA y la industria audiovisual. La academia permite pensar los procesos más allá del titular, con una visión más macro y distanciada del ruido de la actualidad. Aunque los artículos científicos relacionados con este tema son, de momento, bastante escasos, poco a poco se publican análisis en torno a cuestiones teóricas y prácticas que invitan a la reflexión. Uno de los más recientes es “AI is Soulless: Hollywood Film Workers’ Strike and Emerging Perceptions of Generative Cinema” de Brett Halperin y Daniela Rosner, un texto que retrata uno de los episodios más recientes y simbólicos del conflicto entre la IA y la industria cinematográfica (la gran huelga de 2023) y que desglosa los principales temores de los trabajadores de la industria al hilo de esta nueva tecnología.
Cuando Hollywood se detuvo
En 2023 guionistas, actores y técnicos se declararon en huelga durante meses. Fue la primera vez desde 1960 que los tres principales sindicatos de Hollywood —WGA, SAG-AFTRA e IATSE— se unían en un mismo frente. Y el motivo no fue únicamente económico. La chispa fue la irrupción abrupta de la inteligencia artificial generativa en sus trabajos cotidianos.
En este paper Halperin y Rosner recogen los testimonios de 15 trabajadores de diferentes áreas del cine. Uno de sus principales hallazgos es que el temor hacia la IA no es técnico, sino profundamente cultural y político. No se teme tanto a la herramienta, como al modo en que los estudios quieren utilizarla: como palanca para automatizar procesos, abaratar costes y, en muchos casos, borrar a las personas de la ecuación creativa.
El paper organiza el análisis en torno a cuatro grandes conceptos que resumen las preocupaciones de quienes hacen cine desde dentro:
1. Automatización
Aquí aparece el miedo más evidente: perder el trabajo. Guionistas que ya reciben briefs donde se les pide “ajustar” guiones generados por IA. Actores cuyos cuerpos son escaneados sin garantías sobre su uso posterior. Diseñadores de producción desplazados por entornos creados con prompts. Este tipo de situaciones, lejos de ser hipotéticas, ya están ocurriendo. Por ejemplo, durante el rodaje de WandaVision, decenas de extras fueron escaneados digitalmente con cláusulas ambiguas sobre el uso de sus dobles virtuales.
El temor esta claro: que la IA sea usada para “suplir” la creatividad humana, sin atribución ni compensación. Un guionista lo resume con crudeza: “Quieren convertirnos en revisores de lo que produce un modelo. Eso no es escribir, eso es corregir fantasmas”.
2. Alienación
Más allá del trabajo perdido, se percibe cierta pérdida del espacio común de creación. El cine —dicen los entrevistados— es un arte colectivo, hecho de interacciones, de ensayo, de contacto físico. La IA amenaza con romper esa cadena viva: escribir escenas sin escritor, montar secuencias sin actores presentes, generar decorados sin diseñadores.
Uno de los testimonios más potentes del paper describe la diferencia entre trabajar en un plató real y hacerlo frente a una pantalla: “Cuando generas todo con IA, no estás compartiendo un momento. Estás ensamblando cosas. Y eso se nota en la energía del resultado”.
3. Aceleración
La IA no duerme ni se bloquea. Produce sin pausa. Esto cambia el ritmo de la industria, imponiendo plazos cada vez más estrechos. Un productor entrevistado explica que algunos estudios ya experimentan con calendarios de producción donde los tiempos de escritura, diseño o montaje se reducen drásticamente “gracias” a la IA. Pero muchos advierten que ese ritmo no respeta los procesos creativos humanos, que necesitan tiempo, errores, iteraciones.
Uno de los guionistas lo plantea así: “El proceso de escribir no es solo llegar al resultado, es descubrirlo. Y eso toma tiempo. Si todo se convierte en una carrera contra la IA, el cine pierde profundidad”.
4. Artificialidad
Finalmente, el temor más sutil pero más profundo: que el cine pierda su alma. Los trabajadores perciben que la IA tiende a generar contenidos técnicamente correctos, pero emocionalmente vacíos. Imitaciones sin historia. Estéticas que parecen humanas pero que no han sido vividas.
Un ejemplo que generó polémica fue la secuencia inicial de Secret Invasion (Marvel), diseñada con IA. La decisión provocó críticas por parte del público y los trabajadores del estudio, que sintieron que se había priorizado la novedad técnica sobre la intención artística. La escena era llamativa, sí, pero también desconectada, extraña, hueca.
No tener alma no te vuelve (necesariamente) maligno
Una palabra aparece de forma insistente en el paper: alma. No se trata de un concepto religioso, sino de una defensa del cine como espacio afectivo e intuitivo. Para los trabajadores entrevistados, la IA carece de esa capacidad de improvisar desde la emoción, de inventar desde la experiencia vivida.
“Una mirada improvisada entre dos actores puede cambiar toda una escena. ¿Cómo simulas eso con IA?”, se pregunta un actor. Otro agrega: “La IA genera cosas, pero no crea desde el dolor o la alegría. Solo desde patrones”.
La invocación del alma, entonces, no es un rechazo irracional a la tecnología. Es una forma de marcar un límite. Un modo de recordar que hacer cine no es solo producir contenido, sino encarnar historias.
A pesar de todo, el paper no propone una postura tecnofóbica. De hecho, varios entrevistados ven potencial en la IA si se usa de forma ética y colaborativa. Algunos imaginan sistemas que les permitan visualizar escenarios, previsualizar movimientos de cámara o experimentar con estilos visuales. Pero todos insisten en que esto debe hacerse con unos principios claros:
Consentimiento explícito.
Transparencia en el uso de datos.
Control creativo en manos humanas.
Compensación justa.
Aquí aparece una tensión clave: la IA no es necesariamente mala, pero la lógica con la que los estudios la implementan sí puede serlo. No se trata de frenar el avance, sino de moldearlo desde valores humanos.
Una de las ideas más potentes del artículo es que la huelga misma puede leerse como una forma de diseño. Los trabajadores no solo se opusieron, sino que imaginaron otro modo de hacer industria. Marchar, redactar cláusulas, hablar con medios: todo eso fue construir, no solo resistir. En tiempos donde todo parece decidido por algoritmos, decir “no” también es una forma de creación. Y si algo nos recuerda este paper es que el cine sigue siendo un acto profundamente humano, hecho de incertidumbre, emoción y comunidad.
NOTICIAS BREVES
El jefe de Amazon, Andy Jassy, augura que la IA provocará una reducción de su plantilla en los próximos años. Compartió esta predicción en un memorando dirigido al personal el martes, en el que instaba a los empleados a "sentir curiosidad” por esta nueva tecnología.
Hemos leído en Verge que Max (la plataforma que pronto volverá a llamarse HBO Max) está implementando vistas previas de video que se reproducen automáticamente al pasar el cursor sobre series y películas. El sistema emplea una herramienta IA para detectar los “Drop‑in Moments”: escenas destacadas seleccionadas automáticamente como mini‑clips. Aun así, un equipo humano revisará y validará los fragmentos antes de publicarlos .
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Nos ha gustado mucho este análisis de Indiewire sobre la demanda de Disney y NBCUniversal contra Midjourney. Explica que no trata de dinero, sino de sentar un precedente en torno a la inteligencia artificial y destaca cómo, por primera vez, parece que los estudios coinciden con la forma en que los artistas y creadores individuales están pensando sobre la IA.
Midjourney lanzó su primer modelo de video, a un precio de 10 dólares por mes. Aquí puedes ver el anuncio y un demo reel.
¡Hasta la semana que viene!
Elena