IA vs. copywright: es complicado
La ley entiende que la creación de una IA no puede estar protegida por derechos de autor, pero la realidad está llena de matices.
Con las instrucciones adecuadas y un buen entrenamiento la IA generativa puede crear. Puede que el proceso de esas creaciones tenga poco que ver con el famoso pez dorado al que se refería David Lynch. Detrás de ellas no hay un cerebro humano que ha sentido el chispazo de la inspiración sino un software que ejecuta una danza invisible de algoritmos que han aprendido gracias a enormes volúmenes de datos. La pregunta es ¿puede esa creación, fruto de un conocimiento preexistente y de determinadas instrucciones, estar protegida por los derechos de autor? La postura de la práctica totalidad de legislaciones de nuestro entorno es contraria a esta posibilidad.
El Tribunal del circuito del Distrito de Columbia se ha pronunciado recientemente en este sentido en el caso Thaler vs. Perlmutter. La corte ha fallado a favor de la Oficina de Derechos de Autor en la demanda interpuesta por el académico Stephen Thaler, al que se le había denegado el registro de una obra creada con Creativity Machine, una IA desarrollada por él mismo. Resolver el problema fue relativamente sencillo. Bastó con aplicar el principio que guía la titularidad del derecho de autor: la obra tiene que ser creada por un ser humano. Bajo ese parámetro, Creativity Machine no puede ser considerada como artista susceptible de protección.
No es la primera vez (ni con toda seguridad será la última) que la oficina de Derechos de Autor de EE. UU. deniega el registro de una obra por esta circunstancia (todos los requisitos del registro para obras asistidas por tecnología se pueden consultar aquí). Le pasó también a Zarya of Dawn, una novela gráfica creada por Kristina Kashtanova con la asistencia de Midjourney. A diferencia de Kashtanova, Thaler decidió ir a los tribunales, amparándose en el argumento de que había guiado Creativy Machine durante el proceso de creación. Sin embargo, una formalidad permitió al tribunal fallar en su contra, ya que esta circunstancia no se había estipulado a la hora de hacer la solicitud en la oficina. Thaler ya ha declarado que apelará la decisión.
La norma es clara. Pero la realidad está llena de matices.
La originalidad y el factor humano son los dos principios que vertebran los derechos de autor en los sistemas legislativos modernos. Pero varias industrias han mostrado su disconformidad con la rigidez de esta premisa. Empezando por Hollywood.
Hace dos años, en pleno conflicto por las huelgas de guionistas y actores, la Motion Picture Association dejó muy clara su postura en su respuesta a una consulta de la oficia de Copyright sobre IA y derechos de autor. La MPA declaró entonces que no estaba de acuerdo con la amplitud de la definición de IA generativa que empleaban. Recordó que la industria ha utilizado durante décadas tecnologías que emplean alguna forma de inteligencia artificial o computacional para ayudar a los creadores en la realización de películas, particularmente en las áreas de efectos visuales y postproducción. Por este motivo recomendaba una visión más flexible y realista con las dinámicas de trabajo y menos restrictiva con las nuevas fórmulas de integración de la IA generativa en el futuro. También alertaba de los peligros de no reconocer derechos de autor a obras creadas de esta manera y a su desprotección frente a explotaciones comerciales de terceros o litigios en torno a su titularidad.
Tanto las declaraciones de la MPA como el fallo de Thaler vs. Perlmutter constantan que IA generativa se están topando con una barrera legislativo a la hora de definir los contornos de la autoría. Pero la realidad es que el concepto de autor está mutando por la influencia de esta nueva tecnología, obligando a las instuciones a adaptarse.
En el artículo Prompting Progress: authorship in the age of AI el profesor Edward Lee ilustra esta cuestión al hilo de la negativa de la Oficina de Derechos de Autor de estadounidense a registrar la imagen Théâtre D'opéra Spatial, creada por Jason Allen con Midjourney en 2023. Como explica Lee
“Allen declaró ante la Oficina de Derechos de Autor que redactó y utilizó al menos 624 indicaciones de texto (prompts) para crear la imagen en Midjourney, y después utilizó Adobe Photoshop para eliminar defectos y generar nuevo contenido visual, además de usar Gigapixel AI para ‘escalar’ la imagen, aumentando su resolución y tamaño.”
La Oficina denegó el registro en aplicación del requisito de autoría humana, determinando que
“la afirmación de Allen de que las ‘ediciones visuales’ hechas con Adobe Photoshop fueron creadas por un humano constituía una cantidad suficiente de autoría original para registrarse”, pero sostuvo que la imagen inicial generada por Allen en Midjourney y las mejoras realizadas con Gigapixel AI fueron elaboradas por una inteligencia artificial, no por una persona. Dado que Allen se negó a excluir de su solicitud de registro esos elementos creados por IA, la Oficina denegó la totalidad de la solicitud.”
El argumento de la Oficina de Derechos de autor, por tanto, establecía una norma, pero también una excepción:
“(1) Un creador que use generadores de texto a imagen basados en IA no cumple el requisito de autoría humana si, como es habitual en la actualidad, la obra final se generó mediante un proceso que incorpora ruido aleatorio y, en consecuencia, el autor no pudo determinar el resultado específico; pero (2) un creador sí puede satisfacer el requisito de autoría humana si modifica la obra con suficiente contribución personal.”
Es decir, la propia oficina, además de permitir registros de obras asistidas si se excluyen las contribuciones de la IA, reconoce que si existe suficiente contribución humana (cosa que no ocurría en este caso) sí podría ser susceptible de protección.
De momento nadie parece sentirse cómodo estableciendo baremos mínimos de intervención humana en una obra asistida para que sea susceptible de protección. El análisis se está haciendo con lentitud, caso por caso. La claridad de la ley contrasta con los innumerables matices que añade el devenir de la propia innovación. ¿Se seguirá entendiendo la autoría en estos términos dentro de 10 años, con una IA generativa plenamente integrada en todos sus procesos? Quién sabe…
Noticias breves de esta semana
Bob Iger afirmó durante la última presentación de resultados de Disney que la IA generativa es la tecnologia más poderosa que han visto hasta la fecha. De hecho, reconoció que ya la están incorporando a sus procesos de trabajo, aunque con todas las cautelas necesarias para proteger sus IP como a su equipo creativo y a sus clientes.
El creador de ‘Andor’, Tony Gilroy, ha desechado la idea de poner a disposicion del público los guiones de la serie y otros materiales conceptuales porque no quiere que su trabajo se utilice para entrenar IAs.
Robert Legato, director de VFX galardonado con tres Oscar de la Academia, se ha unido a Stability AI como chief pipeline architect.
Midjourney quiere ampliar su campo de actuación. Esta semana han publicado un paper científico, realizado en colaboración con varios expertos en machine learning de la Universidad de Nueva York, sobre modelos de entrenamiento de grandes modelos de lenguaje basados en texto (LLMs).
Reed Hastings, uno de los fundadores de Netflix, ha donado 50 millones de dólares al Boidown College para financiar investigaciones y educación sobre IA bajo parámetros éticos.
Varios creadores de Hollywood en contra de la petición que Chat GPT y Gemini han elevado a la Casablanca. En ella solicitan que el entretamiento de modelos de IA con materiales protegidos por derechos de autor sea más sencillo acogiéndose a la doctrina del uso justo, que permite usar obras con copyright sin permiso del titular. Ambas compañías consideran que esto les permitirá ser verdaderamente competitivos frente a iniciativas como la china Deepseek. Los creadores aclararan que no están en contra de que se entrenen IAs con sus trabajos, pero exigen que se compense a quienes crearon los materiales.
Wired acaba de publicar los resultados de una encuestra conducida entre más de 700 ingerieros de software para averiguar cómo usan la IA. Los resultados son sorprendentes (y hasta un poco inquietantes).
¡Hasta la próxima semana!
Elena Neira